miércoles, 23 de noviembre de 2011

Copenhage

Pasear por la calle es como ir a un gran escaparate gigante. Hay cientos de personas, cada una con sus sueños e ilusiones. Es como si, mientras andas, pudieras ver sobre sus cabezas una pequeña nube, como un bocadillo, en cuyo interior se encuentra una idea. Una idea que lucharán por conseguir,... o no.

No sé si es bueno o malo, pero al fijarme en cada una, me doy cuenta de que muchos se tienen a sí mismos, tal y como son, en un halo de idealización alcanzada. Sus aspiraciones se centran en conseguir mucho, llegar lejos, ganar dinero, y comprar, comprar y comprar cosas que realmente no necesitan. En sus nubes no hay otras personas, no parecen preocuparse de lo que quieren los demás, ni de sus recuerdos, ni de sus amigos, ni de a los que les importa, ... nada más allá de sus narices.

Lo peor es que me da pena, porque es gente que reconozco, que conozco... al menos eso creía. Aunque mi situación no es menos alentadora.

Mirar hacia arriba me deja un paisaje desolador, veo una nube vacía, y el motivo principal es porque no sé quién soy, qué quiero, o a dónde voy,... porque quiero cambiar más cosas de mí de las que seguramente podría llegar a pensar siquiera en un momento, porque no sé cómo ser mejor, porque haga lo que haga no parece que consiga nada, y de hecho, parece que lo empeoro por momentos.

Tan poco me gusta esto, que a veces preferiría ser como a los que veo, despreocuparme por los demás, pensar en mí,... y a la mierda con la autodestrucción.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Cuando el rock&roll conquistó mi corazón...

Acicálate el tupé, eleva el espíritu, ensaya una expresión que muestre lo confiado que estás de tus posibilidades y, por supuesto, enfúndate los Levis y la chaqueta de cuero.


Ya sean Elvis Presley, Los Beatles o Chuck Berry ... el rock siempre ha pertenecido a nuestras vidas. Incluso antes de saberlo, un rasgueo de guitarra puede dejar nuestro corazón atónito. Puede dejarnos sumidos en un estado de exaltación o relajación, de euforia injustificada o la más terrible de las penurias... No sé de otros, pero a mí siempre me acaba produciendo ese cosquilleo que me recorre la espalda y me pone los pelos de punta.


De una forma u otra, la música me hace pensar en lugares concretos, en ciertas personas, en películas, o en guiones de cine complejos y mal hechos que mi mente crea y vive ínfimamente, como una película en dos segundos, como una película francesa. 


Por eso podría renunciar a todo, pero nunca a mi música. Está, estuvo y estará siempre en los momentos felices, en los tristes, en los fiesteros y en los más absurdos. Es una amiga que me ayuda a encontrar el camino a seguir, y recordarme quién soy.

 Es posible que me venga todo esto a la mente por haber visto los orígenes de grupos Indie, o la historia de Grupos G, o la última gira de uno de los grandes. Pero espero que cuando la gente de unos años mire atrás, vea generaciones llenas de sueños,  y sin más en los bolsillos que un walkman, un discman o un mp3.



jueves, 10 de noviembre de 2011

Al "Amador"

Gran noticia: he aprendido a jugar bien al mus. Ya era hora, eso de los duplex y de contar puntos lo llevaba jodido. Aunque ahora con tanto examen no sé si tengo ni tiempo para pensar en si ganaría con dos cerdos o no... ¡qué mas da!

La cosa es que me he dado un poco cuenta de que la gente no es siempre lo que parece, ni siquiera aunque te parezca que la conoces bien a fondo, siempre te dan sorpresas. Bueno, en realidad no son sorpresas, es normal.

Los amigos van a la universidad, abren círculos, conocen a más personas, y crean nuevos lazos. Incluso yo desde la lejanía del centro peninsular me siento a veces perdido. Aunque todas las carreteras salgan de aquí, no encuentro la correcta.

He conocido a la suficiente gente como para sentirme a gusto aquí, pero no puedo evitar tener "morriña", y se nota cada día, o cada foto que veo en Tuenti, que me hace darme cuenta de que hay algo de vital importancia en el otro extremo de la A-4.

 Hay una ciudad, en concreto, que enamora a sus visitantes y engancha a los autóctonos. Si no has estado, no sabes lo que te pierdes... Es una ciudad, al pie de otra pequeña roja en lo alto de un monte, custodiada por río, sierra y mar. Un lugar en el que pasar verano e invierno se hacen igualmente inolvidables. Por allí pasas por una calle, y lo más probable es que te encuentres con alguien conocido.

Sí, la echo de menos. Pero también a todos los que allí he dejado, y a los que espero ver con ansia en cuanto tengo tiempo y dinero. Por eso vivo en Madrid, pero no puedo evitar sentirme al otro lado de Despeñaperros. :)



Pero bueno, ¡que sí! ¡Que por fin juego al mus como es debido!