lunes, 23 de abril de 2012

Pequeña sonrisa de Amélie

Ayer te vi en Le Moulin tras la barra,
con esas gafas moradas que tanto me gustan,
con tu cara de no haber roto un plato
salvando dificultades entre descafeinados y cañas.


Estabas preciosa con aquella falda naranja
y con el pelo corto despeinado,
no lo sabías pero en aquel momento supe que eras tú:
quien miraba absorta a la ciudad a través de su ventana,
y sonreía al imaginar a sus vecinos echando un polvo después comer,
eras la que velaba por la integridad de sus amigos,
la que insultaba en público a su perra lola
y después a escondidas se la comía a besos,
eras la que se quedaba dormida
escuchando su día libre de Quique González.

Imprescindible en mi vida de poeta,
incalculable tesoro que amo todas las noches en
cada uno de mis sueños.

Lástima que nunca llegaré a ser Nino,
nunca sabré el sabor de tus besos en la comisura de mis labios,
en mi cuello o en los párpados de mis ojos.
Jamás te llevaré al trabajo en mi motocicleta
ni te susurraré te quiero al llegar a casa.

Aún así me conformo.

Me conformo con saber que andas dibujando mis versos
en cada una de las paredes de este peculiar mundo.

(Antonio Huerta - Sonrisa de Amélie) 







"Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las de ayer"

(Hipólito, un escritor fracasado, a quien le gusta ver toreros corneados en televisión. El poeta).


jueves, 12 de abril de 2012

La Generación Perdida

Nací en el seno de una familia trabajadora, una pareja de hijos de inmigrantes andaluces que buscaban un futuro mejor en los años sesenta. Mi padre era un joven pastelero aficionado a los cómics de Marvel y mi madre una guapa administrativa con una miopía simple de dos dioptrías.

Cuando éramos unos críos nuestra vida giraba alrededor de las canicas, los trompos, el Quién es Quién, los Bollycaos,... en definitiva: cientos de productos que nadie catologó como tóxicos, peligrosos o insalubres. Nos pasábamos el día viendo a Espinete, a Lasy, el Equipo A, Makiber y un montón de programas y pelis que nos hicieron crecer confiando en que no importaba lo feas que se pusieran las cosas, al final las cosas siempre saldrían bien. Tendríamos nuestro final feliz.

Nos hicieron creer que formábamos parte de la generación mejor preparada. Éramos la élite y seríamos invencibles, solo tenemos que soplar las velas cada año, desear cualquier cosa, estudiar mucho, licenciarnos, ser honestos y encontrar a nuestra media naranja con un beso mágico. Nos casaríamos a los veinticinco y tendríamos un perro, dos hijos, una casa, dos coches, un chalet y seríamos felices y comeríamos perdices.

Hicimos caso: soplamos las velas cada año, deseamos cualquier cosa, estudiamos mucho, nos licenciamos, fuimos honestos y la respuesta fue un montón de mierda como la LOGSE, Bolonia, la burbuja inmobiliaria, el trabajo precario, las ETT's, la corrupción, la telebasura, la clase política, ... y ni rastro de las perdices. Somos la única generación que tiene que lidiar con tres crisis: la crisis de los 30, la económica y la crisis de valores.

Nos inculcaron que engañar, robar y mentir no nos traería nada bueno,... y una mierda. Existe una incontable lista de chorizos y mentirosos a los que no les va  nada mal.

Nosotros solo queríamos cumplir nuestros sueños y llegar a  ser astronautas, periodistas, deportistas, médicos, presentadores, actores, ... o como hice yo: soñamos ser músicos y hacer discos. Fuí un estudiante modelo: empecé a compaginar el trabajo y los estudios a los diecisiete, y ahora me veo a la puertas del desempleo, sin el chalet, sin los  dos coches, sin la casa, sin hijos y sin perro. Bueno,... el perro sí.

Esta es la historia de la generación perdida, una generación que se quisieron saltar, pero que seguirá buscando su final feliz.



(Anicet Lavodrama - Generación perdida ; http://www.verkami.com/projects/1466-ensayo-sobre-la-generacion-perdida-por-anicet-lavodrama)

miércoles, 11 de abril de 2012

Change the world

A veces tenemos todos ese impulso por dejar algo de lado, por abandonarlo todo porque creemos que aunque nos esforcemos nada se puede hacer. En un momento en el que las flaquezas se hacen aún más visibles a nuestros propios ojos. Cuando una tras otra decepción nos lleva a pensar  que no merece la pena nada. Que la vida dejó de tener sentido.

Exactamente,... ¿por qué? No creo que haya algo que se pueda dar por perdido. Solo hace  falta un impulso nervioso, un pequeño reactivo que nos devuelva al mundo del aquí y ahora. Poner los pies en tierra no significa fijarlos al suelo.

Se puede tomar esto en cualquier ámbito: en los estudios, en el trabajo, en una relación interpersonal, en la forma de ver la vida, en ... intentar cambiar el mundo. Eso, eso es lo que realmente queremos,... cambiar el mundo. Que el aleteo de una mariposa cree un huracán al otro lado del mundo. A pequeña o a gran escala, pero un huracán al fin de al cabo. Dejar huella en algo, o lo que es más importante: en alguien. Ser conscientes de que una persona es más allá de los ojos con los que mira, es historia, sentimiento, vida. Una visión que se está perdiendo. Yo no cambiaré la mía.

Creo que puedo cambiar algo, aprovechar mi vida y ser feliz a pesar de lo que pase.

Aunque,... es verdad. Hay momentos en los que un hombre tiene que luchar, y hay momentos en los que debe aceptar que ha perdido su destino, que el barco ha zarpado que solo un iluso seguiría intentándolo....


... lo cierto,... es que siempre he sido un iluso.


(Big Fish)