lunes, 22 de julio de 2013

Discurso de graduación

Hemos empezado a dejar de ver la línea que delimita la educación y el adoctrinamiento. Se pretende llevar por el mismo camino de ganado cabrío a todos los niños para su control preciso y su producción completa. Que sean útiles para la sociedad.

¿Útiles? ¿Para quién?


Ningún oído se ha desarrollado del todo hasta escuchar la novena sinfonía de un campesino Ludwig van Beethoven con nombre de remolacha. La vida se representa con trazos que un primigenio homínido retrató a golpe de carbón y sangre. Hasta la Teoría de la Relatividad conoció un suspenso en matemáticas.


El mundo evoluciona por visionarios, que han visto en la historia y en la actualidad un lienzo inacabado. Una obra de arte con el potencial ilimitado, una preciosa y magnífica mujer con la que todos tenemos la oportunidad de bailar.


Es precisamente nuestra capacidad de cambio la que quieren que sea mermada hasta niveles ridículamente controlables. Evitar la distorsión de la campana de Gauss es la felicidad para los que se mantienen al poder. La educación es el sable de doble filo de cualquier estudiante. Necesita aprender, anhela saber lo que hay ahí fuera del aula, y se apuñala la visión crítica a través de la ventana.



Estudiar es necesario. Que se te evalúe es orientativo y de agradecer. Pero no deja de ser un número en un papel. Nadie puede decirte exactamente lo que sabes, ni el potencial que tienes, ni si eres "apto" para poder acceder a un puesto de trabajo que quieres,... por un examen.


Ningún papel me va a decir a mí lo que soy o no capaz de hacer. Es ridículo. Y es triste. Las barreras ya no son sólo imposiciones morales porque "es lo que se espera que hagas", sino jurídicas, arquitectónicas.... y económicas. Sólo puedes aprender si cumples con lo que quieren que seas, con lo que quieren que sepas, con lo que quieren que pienses,... y si tu cartera da de si.



Pero, en palabras de Erica Goldson en su discurso de graduación:



" [...]

Ahora estoy cumpliendo esa meta. Me estoy graduando. 

Debería mirar esto como una experiencia positiva, especialmente al ser primera de mi clase. Aunque, en retrospectiva, no puedo decir que soy más inteligente que mis pares. Puedo dar fe de que soy mejor haciendo lo que se me dice y trabajando el sistema.

 Aún así, aquí estoy, y se supone que debo de estar orgullosa de que he completado este periodo de adoctrinamiento. Me iré en el otoño para ir a la siguiente fase esperada de mí, con el fin de recibir un documento en papel que certifica que soy capaz de trabajar. Pero impugno que soy un ser humano, una pensadora, una aventurera – no un trabajador. Un trabajador es alguien atrapado en la repetición – un esclavo del sistema establecido antes que él.

 Pero ahora, yo he demostrado exitosamente que soy el mejor esclavo. Hice lo que se me dijo al extremo. 

Mientras otros se sentaban en clases y dibujaban para luego convertirse en grandes artistas, yo me sentaba en clases para tomar notas y convertirme en una gran tomadora de exámenes. Mientras otros vendrían a clases sin sus tareas hechas porque leían sobre un interés de ellos, yo nunca deje una tarea sin hacer. Mientras otros creaban música y escribían letras, yo decidí hacer créditos extras, aunque nunca lo necesité. 

Así, me pregunto, ¿por qué quise esta posición? Seguro, me la gané, ¿pero qué saldrá de ello? Cuando deje la institucionalidad educativa, ¿seré exitosa o por siempre perdida? 

No tengo idea de qué hacer con mi vida; no tengo intereses porque vi cada asignatura de estudio como un trabajo, y me destaqué en cada asignatura por el propósito de destacarme, no aprender. 

Y francamente, ahora estoy asustada. 

[...]"


(El discurso completo aquí).

lunes, 1 de julio de 2013

Chica vete a tu casa, no podemos jugar.

"Jamás pudo imaginar Antonio que aquella melodía que comenzó a componer mientras paseaba por la playa de la Malvarrosa, terminaría siendo todo un himno generacional. Aquel joven era un chico sencillo y reservado, un tipo tremendamente sensible que aprovechó su estancia en Valencia, para engendrar una de las composiciones musicales más importantes de nuestra historia: la Chica de Ayer.


Era verano de 1977 y Antonio Vega, un joven  nacido en Majadahonda caminaba junto al mar de Valencia, ciudad donde cumplía con el servicio militar. Fue entonces cuando unos acordes comenzaron a fluir y a rondar en su interior, era el germen de una canción que ha emocionado a numerosas generaciones. Como el mismo declaró, la música surgió de forma casi espontánea, natural, otra cosa fue la letra, una parte que no pudo culminar hasta su regreso a Madrid.

Un año más tarde, en 1978, Antonio y su primo Nacho decían apostar por su futuro en la música y formaban el grupo Nacha Pop. En las primeras sesiones de ensayo, La Chica de Ayer era una balada lenta hasta que a la hora de producir su primer LP, Teddy Bautista decidió subir una marcha más a la velocidad de la canción. En 1980, cuando se publica, en pleno apogeo de La Movida madrileña, la canción cosecha un éxito abrumador. Fue sólo el primer paso de una banda ya legendaria. Un tema perenne que no hace distinciones de modas o clases, y que sigue conquistando con su aire melancólico.

La Chica de Ayer es una de las canciones que podríamos identificar como la banda sonora de Madrid. Una época convulsa y agitada que encuentra su antitesis en esta canción, pausada y envolvente. Todos nos hemos emocionado con los primeros acordes de esta canción, una secuencia de notas tan claramente distingubles que rasgan el alma y enamoran. ¿Quién no se ha emocionado al reconocer esas primeras notas? Lo abstracto de su letra y el sentimiento que ponía Antonio con su voz hicieron de esta canción todo un símbolo de una época única. Tres décadas más tarde sigue apareciendo en todas las listas (El País, Rolling Stone…) como la canción pop más importante de nuestra historia.

Muchas veces, paseando por Malasaña he tenido la sensación de estar escuchándola mientras caminaba en solitario por sus calles, las mismas que recorrió su autor tantas veces, y al pasar por la puerta del Penta no he podido evitar esbozar una sonrisa de complicidad. Un tema que surgió de la niñez musical de un genio y que, como el mejor de los vinos, mejora con el paso de los años. Artistas como El Canto del loco o Enrique
Iglesias han hecho su propia versión de un tema que todos identificamos en parte como nuestro, todo hemos tenido nuestra propio chico o chica de ayer, pero nunca ninguna sonará como la del gran Antonio Vega."











(Extraído de "Secretos de Madrid": http://www.secretosdemadrid.es/sonidos-de-madrid-la-chica-de-ayer/)