Así empieza Brad Pitt a motivar a los socios del brutal y cinematográfico Club de la Lucha. No le falta razón, vivimos a expensas de una realidad consumista y autoritaria con lo que debemos hacer y comprar. Nos dejamos llevar fácilmente por una moda o por un estilo concreto, a veces sin darnos cuenta siquiera. Por eso me jode que cuando le enseño a alguien una canción que me guste desde hace tiempo me digan "Ah, pero si esa es la canción de..." y más cuando son clásicos, o que no sepan más de The Sunday Drivers, Journey, o The Shins por su aparición en películas o anuncios.
No se puede buscar dentro de la televisión o el ordenador lo que queremos para nuestra vida. Nuestra ventana está abierta en la imaginación y en la calle. Conocer a gente (aunque a veces nos decepcionen), vivir experiencias, viajar... olvidarse de todo.
Como en la película, hay que admitir y aceptar que la vida conlleva dolor, y que no podemos evitarlo, hay que pasarlo. Siempre. Queramos o no. Decir las cosas claras, dejar el chocolate espeso, y a la mierda con la autodestrucción. Queda poco, y no tengo ganas de nada más que de meter cuatro gritos y esperar una reacción humana.
Ya sé que yo no soy precisamente perfecto, y eso me gusta, qué vida tan aburrida sería si no.
Soy la melancolía perdida de Jack.