- ¿Quieres un cigarrillo?
- Claro, gracias. ¿Te aburren tanto como a mi?
- No he venido a divertirme, he venido por ti. Llevo días observándote. Eres muy deseable. No es tu rostro, ni tu físico, ni tu voz....son tus ojos. Las cosas que veo en tus ojos.
- ¿Y qué ves en mis ojos?
- Una serenidad salvaje. No quieres huir, afrontarás lo que tienes que afrontar, pero no quieres hacerlo sola.
- No, no quiero hacerlo yo sola.
El viento se eleva electrizante, ella es dulce y cálida, casi etérea. Su perfume es una dulce promesa que hace aparecer lágrimas en mis ojos. Le digo que no se preocupe, que la salvaré de todo cuanto le asuste y que la llevaré muy lejos. Le digo que…..la quiero.
....
El silenciador hace del disparo un susurro y la abrazo fuerte hasta que se desvanece. Ya nunca sabré de qué huía.
Cobraré el cheque por la mañana.
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