jueves, 29 de diciembre de 2011

Papi ha vuelto.

Algo inunda cada Navidad. No por Dios, no son cosas como las que salen en Love Actually ni mariconadas de esas. Son pequeños detalles y pequeñas cosas que llenan cada día de estas fechas. Ya puede ser que echen sin parar películas de Disney o Grease, como ver ese adorno del árbol que llevas viendo toda la vida y que compraron tus padres cuando naciste. Eso, eso es lo que hace realmente que la Navidad sea maravillosa.

Tienes ganas de salir a la calle, encontrártela nevada, y organizar una pelea de bolas de nieve así, porque sí. O de ir planeando lo de Nochevieja discutiendo por el sitio en una mesa de café, o que se te cale el frío hasta los huesos, o una taza de chocolate caliente directa al gaznate que te llene el cuerpo de un renovado aprecio por el calor por el que en verano sentías tirria.

Comida por todas partes, uvas que te salen por la nuca en lo que a primera vista parecerían nuevas apófisis espinosas (eso de hacer Medicina mata a uno), te saltas comidas para poder salir por tu propio pie de otras,... Todo con una sintonía de fondo, que si puedo evitarlo, no será de villancicos regionales que empiecen por "Ay del chiquirritín" con botella de anís y cuchillo incluidos, sino de una de las mejores interpretadas por Frank Sinatra.

Genial, todo está listo para que esta prometa ser una Navidad fantástica. Quitadme los regalos, los adornos si queréis, pero nunca acabaréis con mi espíritu navideño mientras siga con un bote de café Tacilla y un buen disco selección, en compañía de los que más quiero ver en estas fechas.


Papi ha vuelto, ... a casa por Navidad.


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